¿Cuál es el Verdadero Sentido de la Vida?

¿Cuál es el verdadero sentido de la vida? Esta es una pregunta que quizá todos nos hemos hecho a lo largo de nuestra vida. Sin embargo tengo la impresión de que esa incertidumbre es más bien un fenómeno moderno. 


Como señalaba en su tiempo René Guénon, sólo la Edad Moderna en toda la historia de la humanidad se ha enorgullecido de ser profana, laica, horizontal y divorciada de toda sacralidad. Es una sociedad que se ha declarado humana y solamente humana. Y su ciencia, que es su dogma de fe, niega todo aquello que supere la percepción de nuestros cinco sentidos.

 

Los hombres, ya “liberados” de Dios y de toda influencia ajena a la humana, como señalaba Sartre, poseemos una libertad tan absoluta que nos da vértigo y a veces hasta náusea. Somos definitivamente libres en medio de un universo infinito donde no se ha encontrado vida inteligente por lo menos a millones y millones de años luz de nuestra pequeña bolita azul llamada Tierra. Así que, para la modernidad en que vivimos nuestra responsabilidad es absoluta.

 

Todo ese pensamiento secular ha derivado en un ciudadano de a pie esclavo de un capitalismo insensible,  dispuesto a consumirlo todo, a devorarlo todo, a buscar el placer y la diversión a toda costa y a trabajar y trabajar para en su corta vida sentirse exitoso. Ante una sociedad diseñada de esta manera, si queremos sentirnos plenos sólo nos queda la opción de buscar afanosamente cumplir con todos nuestros deseos, porque aparentemente no hay nada más que materia.

 

Pero esta plenitud, ese sentimiento de arraigo interior, a pesar de que se consigan todas las cosas materiales y desahogos emocionales, nunca llega; permanece ese constante desasosiego y la angustia de vivir en un mundo absurdo y sin sentido.

 

¿Es esto realmente así como lo pinta la vida moderna?
¿En verdad lo único importante es satisfacer nuestros deseos? ¿Competir para hacer valer la ley del más fuerte es verdaderamente nuestra naturaleza? ¿En realidad toda esta trama del mundo, tal y como lo conocemos, es un absurdo?

 

Para intentar responder a estas preguntas, vuelvo a recordar el inicio de este artículo, donde señalaba que esos cuestionamientos pertenecen más al ciudadano moderno, hijo del capitalismo, que al ser humano en sí. Para hacer esta afirmación me remonto a aquellas civilizaciones que nos precedieron y que la modernidad tilda de supersticiosas y faltas de ciencia, pero que en realidad sus sabios, además de la materia, contaban (y no se equivocaban)  con que la existencia era algo algo mucho más vasto y que se regía por leyes que daban orden a todo el universo.

 

Nuestros antepasados sabían leer en los fenómenos de toda la creación los mecanismos y el funcionamiento de la naturaleza oculta a nuestros sentidos. Para el hombre arcaico la naturaleza nos revelaba de manera simbólica su mensaje día tras día. Este mensaje se repetía una y otra vez y ellos lo comprendían por medio de un pensamiento analógico.

 

La naturaleza misma nos señala desde tiempos inmemoriales que toda ella deriva y desemboca en el Centro.

 

Particularmente me quiero referir en este artículo al simbolismo del Centro. La naturaleza misma nos señala desde tiempos inmemoriales que toda ella deriva y desemboca en el Centro. Nuestro sistema solar gira alrededor del sol (centro), los protones y neutrones giran alrededor de un núcleo en el átomo, las células se componen de un núcleo en su centro y sus demás componentes permanecen en la periferia y los humanos estamos formados de manera tal que el corazón es el centro y las demás partes de nuestro sistema corporal, emocional y psíquico componen la periferia dependiente de este centro.

 

Los antiguos, conociendo la analogía existente en todos los fenómenos naturales se dieron cuenta de que esos centros particulares en todos los elementos, incluyendo el del ser humano mismo y su corazón, nos indicaban que toda la existencia derivaba de un Centro Único al cual según la tradición de que se tratara llamaban Dios, Alá, Brahma, Krishna, Nirvana, Samadhi, Consciencia de Buda, el Ser, etc. Y no sólo esto, se hicieron eco de todo eso en los mitos y leyendas dándole nombres de lugares: en la Edad Media la literatura menciona el Reino del Preste Juan y la Biblia se refiere al Paraíso y al Reino de los Cielos. En la arquitectura medieval solían representar esta verdad en los rosetones de las iglesias, donde ese círculo con un centro bien definido representaba al mismo Dios, lo mismo ocurría con los laberintos que representaban el sendero espiritual y sus dificultades, pero que al final conducían al Centro.

 

 


Laberinto de la Catedral de Chartres.

En la antiguedad, quienes no podían ir a Tierra Santa o hacer el camino iniciático de Santiago, podían recorrer de manera ritual este laberinto y este gesto simbólico al fiel le contaba y su efecto espiritual era tan real como si hubiese realmente hecho dichos viajes. Si algún día vas a la catedral de Chartres, recorre el laberinto con la intención puesta en este ritual de encontrar tu Centro y habrás sentado las bases iniciáticas a nivel inconsciente para este recorrido interior.

 

Según el Vedanta ese Centro es la morada de Brahma, o la Morada del Ser. Para este sistema todo en la creación tiene una existencia relativa, efímera y de poco valor comparado con aquello que reside en el Centro de cada ser ya sea humano, animal o planta.

 

Aristóteles le llamó el Primer Motor Inmóvil, es decir, aquello que lo mueve todo, pero que él mismo no se mueve. Existe un ejemplo clásico que es el de la rueda de una carreta: toda la rueda gira, pero el eje, que lo podemos ver en el centro, permanece inmóvil, y a pesar de eso es lo que sostiene toda la carreta y da firmeza a la rueda.

 

¿Qué deducimos de todo esto? que los antiguos daban demasiada importancia a esto como para que lo pasemos por alto.

 

El sentido de la vida es volver a ese origen, llegar a ese centro que reside en nosotros y que los antiguos relacionaban simbólicamente con el corazón como la morada de lo que en nosotros es eterno y absoluto, un espacio de silencio, calma y paz desde el cual se origina toda nuestra vida y que si accedemos a él habremos alcanzado la total sabiduría y el sosiego que no encontramos en las cosas exteriores.

 

 

Rosetón de la catedral de León. Si bien a los rosetones a nivel religioso se los relaciona con María, por representar una rosa, a un nivel esotérico (oculto al vulgo) se relacionan con el simbolismo del Centro, al cual sólo se llega por el camino iniciático.

 

Bien, si nuestra vida está regida por un centro que es verdad absoluta, sosiego, sabiduría y profunda paz ¿por qué con tanta frecuencia somos presa de un sentimiento nauseabundo de caos, angustia, miedo y de vacío absurdo?

 

Eso se debe a que nuestra consciencia permanece en la “periferia”, mientras nuestra consciencia permanezca lejos del centro viviremos en el torbellino de los vaivenes de la vida y el viento de las calamidades nos llevará de un lado para otro. Pero hay distintos grados de bienestar y de sufrimiento en esta periferia, veamos esta gráfica:

 

 

Este es un símbolo muy utilizado en la antigüedad, la Espiral. Con una gráfica como esta representaban ellos el Centro y su periferia. El Centro -aquí el punto del medio, que se corresponde con el número 1- simboliza el mayor grado de consciencia, donde reside el Ser, Dios o como le queramos llamar. Mientras más lejos esté nuestra consciencia del punto del Centro, más sufrimiento y caos en la vida de la persona. Por ejemplo: una persona cuya consciencia está en el círculo número 5 es menos consciente que una que la tenga en el círculo número 3 y a la vez esta es menos que la que está su consciencia en el 2. A mayor cercanía de nuestra consciencia a este Centro que es el punto, mayores serán los estados de dicha, satisfacción y a la vez mayor disolución de los impulsos egóticos que nos causan tanto sufrimiento y sentimientos de desamparo.

 

Basados en esta profunda comprensión los antiguos elaboraron importantes sistemas filosóficos que entrañaban ya en sí las disciplinas que instalaban gradualmente la consciencia del ser humano en su centro, siempre y cuando se hicieran las cosas correctamente.

 

Conclusión práctica:

 

¿Cómo podemos llegar al Centro y aunque no lo alcancemos del todo, cómo nos acercamos lo más posible a él para que nuestra vida sea más plena?

 

Primero huye de todo maestro o escuela cuyas enseñanzas no te conduzcan a alcanzar este centro, sino que ponen demasiado énfasis en alcanzar el éxito personal, evadiendo lo fundamental.

 

Personalmente mi camino es la meditación, el entrenar la mente poco a poco a poder mantenerse en el centro, por medio de la respiración o un mantra. Para esto existen diferentes escuelas como el Zen, Raja Yoga, el budismo Hinayana y Mahayana, para la gente más emocional y devota  está la escuela de Krishna, etc.

 

Pero si eres una persona más de movimiento también hay escuelas fundamentadas en el Tao como el Tai chi, el Chi Kung, el Tao Jin, etc. que son prácticas de movimiento para equilibrar nuestros puntos energéticos y cuyo fin es generar en el individuo la armonía de la Unidad con el Cosmos, o lo que es lo mismo instalarnos en el Centro.

 

Ya sistemas más occidentales son la Cábala, el Sufismo y el Hesicasmo Cristiano; pero de esas escuelas si somos sinceros es muy difícil encontrar verdaderos maestros.

 

Actualmente hay sistemas y terapias modernos que fundamentados en los sistemas tradicionales también apuntan hacia ese centro. Lo importante de todo esto es encontrar tu propio camino y saber cribar si realmente te está ayudando a alcanzar este propósito.

 

¡Claro que la vida tiene un sentido y este no es necesariamente el de satisfacer nuestros deseos ni reafirmar quiénes somos en un intento desaforado por fortalecer nuestro ego, sino el de alcanzar ese centro que en realidad es nuestro hogar y que alcanzarlo en realidad es un viaje de regreso, no de partida.!

 

En cuanto a satisfacer nuestros deseos, algo por lo que se aboga tanto incluso en los círculos espirituales, yo prefiero dejar este pensamiento del maestro Jesús en el cual nos insta a alcanzar primero nuestro centro y que el universo se encargue de todo lo demás:

 

“Buscad primero el Reino de Dios (tu Centro) y su justicia y todo lo demás vendrá por añadidura”

 

Ricardo Martínez Velázquez
Editor de ciudad Consciente.

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