Del miedo profundo a la soledad

Quizás ha llegado el momento de crear otro concepto de tribu, uno en el que yo puedo ser yo y tú puedes ser tú y podamos soltar la necesitad de mutilarnos emocionalmente para integrarnos y también la necesidad de juzgar al otro. Un entorno en el que me permito cada vez más ser yo en mi más puro estado, donde puedo mostrarme vulnerable, insegura, triste, necesitada y soltar los roles, personajes y máscaras que solía usar.

¿ por qué necesitamos pertenecer para ser felices?

 

Ayer al pasar en el tren por una zona de Madrid con una población con un poder adquisitivo superior a la mayoría, estaba sentada cerca de un grupo de tres adolescente y no fui capaz de ignorar su conversación.

 

Lejos de lo que una se espera de unos quinceañeros, hablaban en un lenguaje bastante culto sobre el azafrán, su uso y beneficios. Pude observar cómo a velocidad de la luz se iban acumulando juicios en mi mente como calcetines en la cesta de la ropa sucia. Me imaginaba sus padres, casas, colegios, valores, en fin, su vida.

 

Mis ojos se encontraron dos veces con los del chico que dominaba la conversación. Tenía una mirada abierta y me sonreía levemente. Seguramente pensaba que yo debía tener un interés especial en la plantación del azafrán. Sin embargo yo seguía atónita ante el espectáculo que estaba montando mi cabeza, poniendo etiquetas a este ser humano como si fuera el primer día de las rebajas. Le decalificaba desde el color pálido de su piel, por los 3-4 granos que tenía, hasta su postura corporal, sin ser capaz de poner en balanza el ambiente amigable y relajado que había con sus compañeros.

 

Y a mi me surge la pregunta: ¿por qué denominamos automáticamente a los que son diferentes a nosotros como una potencial amenaza? ¿Por qué una parte de nosotros necesita definir y clasificar a las personas como atractivas o no, de confianza o no y cuáles son los criterios?

 

Yo entiendo que cuando aún vivíamos en tribus, la pertenencia a un grupo era esencial para nuestra supervivencia. Ahora sí, en estos tiempos que parece que el individualismo y la auto-suficiencia parecen ser el lema de nuestra sociedad, me sorprende la jugada de mi subconsciente que necesita meter a las personas que se cruzan en mi camino en cajones junto con sus correspondientes adjetivos.

 

Pensamos que nos regimos por nuestros gustos y nos creemos libres de expresarnos a través de nuestra apariencia, pero de manera inconsciente gran parte de lo que hacemos o no hacemos, decimos o no decimos, lo hacemos con el fin de sentirnos aceptados y protegidos. Hasta elegimos nuestra ropa y manera de llevar nuestro pelo con el fin de sentirnos pertenecientes a determinado colectivo de personas, que a veces elegimos y muchas veces es el que nos ha tocado.

 

Me río de mi misma, porque soy yo la que predico en todos los talleres y encuentros que facilito, el no juicio hacia los demás y hacia uno mismo, porque siento que es la base para que se crea un espacio de seguridad y confianza. Además pido a los participantes que esa nueva mirada no se quede en una actividad de auto crecimiento, sino que la llevemos al resto de nuestra vida. Por eso procuro aplicar esas mismas pautas y creo que claramente la clave vuelve a estar en la consciencia.

 

Cuando arrojo luz y acojo a este miedo ancestral que habita todavía en mis células, evito que domine mi vida. Puedo darme cuenta  que no me van a comer los leones o las hormigas si me rechazan y dejan atrás y aún así ser consciente de mi miedo a la soledad. Como persona adulta y sana necesito, como mínimo, compañía y sostén emocional de otras personas.

 

Sin embargo, la cosa cambia drásticamente cuanto más jóvenes o más mayores somos y cuando enfermamos.

 

Hay un estudio antropológico muy interesante que afirma que en las sociedades que viven en colectivos muy unidos, los niños no tienen tanto miedo a perder a sus padres y como consecuencia las relaciones de pareja son mucho menos dependientes. Sin embargo en nuestro entorno y actualidad las relaciones de pareja y familias nucleares parecen ser lo que más nos cuesta y desestabiliza.

 

Hijos adultos que no se consiguen desapegar, padres/madres que no sueltan, parejas celosas, separaciones dolorosas. Parece que nuestras relaciones mas que en el amor, se basan en el miedo.

 

Sin embargo cuando admitimos de que sí necesitamos a los/las demás, su mirada, aprobación, sostén y cariño, podemos desde allí buscar formas más sanas y nutritivas de conseguirlo.

 

Quizás ha llegado el momento de crear otro concepto de tribu, uno en el que yo puedo ser yo y tú puedes ser tú y podamos soltar la necesitad de mutilarnos emocionalmente para integrarnos y también la necesidad de juzgar al otro. Un entorno en el que me permito cada vez más ser yo en mi más puro estado, donde puedo mostrarme vulnerable, insegura, triste, necesitada y soltar los roles, personajes y máscaras que solía usar.

 

Evelyn Klamer

4 comentarios

  1. Quien nos puede ayudar a los que nos duele la soledad? Yo llevo años viviendo sola y no me puedo adaptar a tener la casa vacía cuando llego. A cualquier hora me ocurre esto.

    1. Acabas de dar el primer paso para salir de la soledad Mary Sonia. Darnos cuenta de que nos pesa, pedir ayuda y hacer cambios
      para encontrar compañía sana es el camino.
      Si lo que te pesa vivir sola, quizás te puedes plantear buscar a alguien para compartir, siendo transparente con tu necesidad desde el principio. Yo por ejemplo vivo con mis dos hijos en una casa con otra madre, sus dos hijos, otro amigo y nuestras dos gatas. Desde el principio el planteamiento fue apoyarnos en la crianza y compartir mucho más que el alquiler y está siendo una experiencia muy nutritiva para todos.
      También te invito a que te apuntes a algún evento que a ti te resuene de esta página. Allí te será fácil conocer a personas afines y amorosas.
      Gracias por tu valor de compartirte!
      No dudes en seguir abriéndote y hablar de tu soledad, porque hay mucha gente en la misma situación.

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